Para despedir esta década he decidido dejar de ser una oveja descarriada; mandar al carajo mis principios ya desuetos, aplastados por el advenimiento de 'leyes superiores' y recibir este nuevo año convertida en toda una uribista.
Sé que nunca llegaré a tener el pedigree de un exponente como Luis Guillermo Giraldo, un furibista de marca mayor -yo diría de marca DMG-, dueño de una moral elástica capaz de violar simultáneamente varias normas de la Constitución sin mayor pudor ni remordimiento por el prurito de sacar adelante el referendo reeleccionista.
Semejante hazaña es sólo para machos superiores como él, no para una mujer como yo, que entra al templo del uribismo como aprendiz de pichón. No obstante, sí quiero asegurarles a mis detractores, sobre todo a los que me acusan de no reconocerle nada bueno a nuestro Presidente, que de ahora en adelante seré una vigía de la seguridad democrática, un soldado más en la guerra contra la Farrr y una defensora acérrima de la cohesión social y de la confianza inversionista, así nunca haya clasificado para que me escrituren una zona franca y me toque pagar los impuestos que los ricos no pagan. Incluso estaría dispuesta a convertirme en una informante y sapiar a todo el que tenga afiches del Che Guevara en su casa; copias viejas de la revista Alternativa; que haya protestado por las torturas a los presos políticos en la época de Turbay Ayala y que se atreva a sostener en reuniones sociales la desfachatez de decir que la Constitución del 91 es legítima, en oposición a lo que nos ha inculcado el dogma uribista para el que la carta del 91 es una Constitución ilegítima, hecha por terroristas y guerrilleros.
A todos los que hayan osado entrar a la página de la Farrr y de otros grupos terroristas internacionales como las temibles células chavistas, los voy a denunciar. Y si me aseguran que José Obdulio no se va a convertir en el ombudsman de la ética periodística, cuando el gobierno le otorgue finalmente a Planeta el tercer canal, hasta soy capaz de hacer unos cuantos falsos positivos.
Como prueba irrefutable de mi conversión, me declaro abiertamente prorreeleccionista. Si Uribe es reelecto por segunda vez, sus hijos Tomás y Jerónimo podrán comprarse un apartamento propio y dejar el que tienen en arriendo; podrían incluso hasta comprarse un carro y evitar ser asaltados en el TransMilenio. No habrá cohesión social completa si los hijos de nuestra nobleza paisa siguen sometidos a semejantes vejámenes.
Si Uribe vuelve al poder por otros cuatro años, William Vélez y Héctor Taborda, dos sufridos empresarios paisas que han conseguido con mucho esfuerzo y dedicación en estos ocho años hacerse a las licitaciones más jugosas de la seguridad democrática, tendrán la oportunidad de expandirse y salir de ser humildes empresarios con interés en el negocio de las redes de transmisión, de las basuras, de los Simits, de los Runts, de los canales de televisión, del aeropuerto El Dorado, etcétera, etcétera. Ellos se harán a los pocos negocios que todavía no son de ellos y eso es lo que yo llamo confianza inversionista.
Pero además, si Uribe repite reelección, los colombianos nos volveremos una potencia regional y hasta podremos desbancar al Brasil, si nos dedicamos a procrear y a multiplicarnos como nos manda el procurador Alejandro Ordóñez, quien será nuestro faro moral. A las mujeres no se les permitirá el uso de preservativos y sólo podrán planificar a través de métodos naturales como el de Ojino. La despenalización del aborto será letra muerta y los derechos de la mujer, y en general de las minorías, serán inferiores a las "leyes superiores". Los únicos que podrán ocupar cargos públicos serán PAISAS, y los machos bogotanos, así sean uribistas, serán considerados seres inferiores, al lado de los gay, de los afrocolombianos y de las mujeres. Los machos costeños serán clasificados dependiendo de sus extensiones de tierra. Los que tengan más de 4.000 hectáreas las podrán dividir en lotes de 1.000 hectáreas para acceder a los subsidios agrícolas. Uribito, como representante de las juventudes, estará al frente de esta política concebida expresamente para fortalecer la cohesión social entre los ricos.
En un tercer gobierno de Uribe la palabra narco-paramilitarismo habrá dejado de existir en nuestro vocabulario; a los niños se les enseñará en los colegios que Álvaro Uribe acabó con los paramilitares y con el narcotráfico y que lo que queda por ahí son unas banditas insignificantes, responsables del 90 por ciento de la cocaína que entra por el Pacífico a México. Se les dirá también que la culebra de la Farrr está aun viva y que él tiene que quedarse en el poder hasta cuando el temible ofidio muera. ¡Así se refunda la patria, presidente Uribe!. PÁSENLA POR INOCENTES.
Por María Jimena Duzán
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